UNA DE LAS TOXINAS más dañinas en las relaciones de pareja es «estar a la defensiva«. Es una actitud que deja ver varios problemas personales que tarde o temprano afectarán a la convivencia en la pareja.
Por qué adoptamos una actitud defensiva
Como sabes, algunos animales adoptan una actitud defensiva cuando se sienten atacados. Todos reconocemos la respuesta instintiva de un escorpión levantando su aguijón en posición de ataque o un gato que se arquea y emite un bufido. ¿Por qué hacen esto? Simplemente porque se sienten débiles, amenazados, frente a algo o alguien.
Estar a la defensiva es, por lo tanto, una actitud de protección. En las relaciones de pareja esto ocurre continuamente. Hace algunos meses vino a verme a la consulta una chica muy preocupada. Me relató cómo su marido solía adaptar algo parecido a la actitud del escorpión en su marido; y parece que lo hacía con mucha frecuencia. Al parecer, ella tenía que hacer un viaje en coche de Madrid a Valencia, un viaje cómodo por autopista de unos trescientos cincuenta kilómetros y le propuso a su marido que la acompañara. Ello me confesó que se lo propuso para poder ir hablando por el camino, ya que en las últimas semanas habían discutido varias veces y había un asunto familiar que necesitaba ser tratado de una vez. Sin embargo él contestó negativamente, porque, aseguró, estaba convencido que le invitaba al viaje sólo para reemplazarla al volante.
Efectivamente, su marido estaba a la defensiva. Estaba viviendo quizá un momento de hostilidad y se sentía débil frente a su pareja porque sabía que durante el camino no habría más remedio que hablar del asunto. Sencillamente lo que él pretendía era protegerse de un peligro, de un supuesto peligro que era una conversación importante mientras acompañaba a su esposa en un viaje de tres horas.
Lo que debemos hacer es no interpretar lo que percibimos de cualquier forma, sino que es necesario hacer un esfuerzo para asegurarnos de que el mensaje que recibimos es un amenaza. Este esfuerzo se traduce en preguntar, sencillamente preguntar antes de lanzar no una piedra envenenada, porque la respuesta a la violencia, suele ser más violencia. Ella, contestó con algo fuera de tono y se enredaron en una nueva discusión.
La solución, además del diálogo, además de formular muchas preguntas antes de sentirnos heridos, es trabajar nuestra seguridad personal y nuestra autoestima. En primer lugar, hay que hacer un esfuerzo por percibir las situaciones externas de la forma más objetiva posible, es decir, sin atribuir a ellas el peligro que nos hará ponernos a la defensiva. Es más adecuado, observar la situación como un espectador antes de interpretarla y así, no nos sentiremos atacados por ello. Ya que es posible que haya otras explicaciones menos alarmantes para esa situación y que no requerirán de nuestra actitud defensiva, pues es posible que no se trate de ningún ataque.