PERDONAR ES UNO de los gestos más sanadores y más trascendentales de la vida. El perdón existe mucho antes que las religiones y tiene que ver con el poso que el pasado dejó en nosotros. Un poso amargo del que quizá seguimos bebiendo y que nadie podrá retirar de nuestros labios si no lo hacemos nosotros mismos.
Perdonar para avanzar en nuestro proyecto personal y dejar atrás el daño que otros nos causaron, tanto si fuimos conscientes en ese momento como si fuimos conscientes del daño mucho después. El perdón no es un acto emocional pasivo ni un simple gesto de bondad, sino un proceso de reestructuración interna, un trabajo que implica revisar las creencias que sostenemos sobre algo sucedido en el pasado.
| CONTENIDO DE ESTE ARTÍCULO |
| 1. Perdonar a los que no quisieron amarte
3. Perdonar a los que te hicieron daño (en general) |
1. Perdonar a los que no quisieron amarte
Todos en nuestra vida nos hemos cruzado con personas a las que hubiéramos dado, como dice el bolero, alma, corazón y vida. Personas de las que nos enamoramos y en las que depositamos ilusión y futuro, pero esas personas no sentían lo mismo o podían sentirlo, quizá por el momento en el que os cruzasteis.
Cuando uno interpreta ese rechazo como si el otro te viera inferior (y así tratas de explicarte el rechazo) se activa un patrón de pensamiento distorsionado que perpetúa o, al menos, alarga el dolor. Posiblemente la otra persona no piense que seas inferior o que valgas menos. Puede que simplemente no le gustaras, y eso no es hacer de menos; piensa que no puedes gustar a todo el mundo.
Perdonar a quienes no quisieron amarte —ya sea porque te rechazaron, no le gustaste, te ignoraron o simplemente no correspondieron tus sentimientos— supone, por tanto, revisar la narrativa interna del «no fui suficiente» o del «no me valoraron como merecía».
Simplemente, no le gustaste (no se puede gustar a todo el mundo) o no era un buen momento para esa persona. Todos hemos rechazado propuestas de amor en algún momento.
Perdonar, en este contexto, no significa justificar la indiferencia o negar la herida, sino modificar la manera en que interpretamos el rechazo. El perdón comienza, como sostiene Robert Enright, profesor de Psicología Educativa en la Universidad de Wisconsin-Madison, cuando logras pensar más allá del dolor e intentas comprender: «La falta de interés de aquella persona no define mi capacidad de amar ni mi valor, ni tampoco define mi atractivo: yo soy capaz de amar y de hacer feliz a quien esté a mi lado con independencia de si gusto a una o a muchas personas».
Si lo pones en marcha y lo practicas, este cambio de pensamientos producirá un efecto liberador. Al desactivar la cadena de pensamientos que alimentan la culpa, la rabia o la autocompasión, se abre espacio para la aceptación y el crecimiento.
Que otra persona no haya querido iniciar contigo un proyecto de pareja no significa que esa persona sea malvada o idiota; ni tampoco define tu capacidad de amar, ni tu valor personal o tu atractivo.
De modo que, perdonar a quién no te amó equivale a recuperar el control de tu propio «sistema de creencias» (ser independiente a lo que los otros piensen o digan), orientándolo hacia una visión más realista de uno mismo. Piensa, además, que la mayoría de las veces el rechazo se produce no por la persona, sino por el momento que esa persona está viviendo.
2. Perdonar a tus padres
Tus padres te dieron todo lo que pudieron, lo que ellos entendían que era bueno quizá porque así se lo dieron también a ellos o porque en su tiempo las cosas se hacían así. Uno de mis coachees me decía que su padre nunca le había dicho «te quiero» y que nunca le dio un beso o un abrazo cuando lo necesitó.
Pero también me explicó que su padre había emigrado desde otro país siendo niño y que tuvo que vivir unos años muy duros siendo un adolescente.
Efectivamente, mucha gente carga con resentimiento hacia sus padres por carencias afectivas, por excesos de protección o por ausencia de emociones cuando éstas eran necesarias. El problemas es que estos recuerdos no solo viven como una experiencia de la infancia sino que se convierte en creencias tales como «no soy digno de amor», «debo complacer para ser aceptado».
Estas creencias, al mantenerse sin cuestionamiento, actúan como filtros y distorsionan la realidad condicionando las relaciones con tus padres.
Perdonar a tus padres porque no supieron darte lo que ahora tú sabes que necesitabas (o por no darte lo que tú das a tus hijos), no consiste en minimizar lo ocurrido ni mucho menos en negar el impacto que tuvieron aquellos actos o sus omisiones, sino en revisar las interpretaciones que nos hacemos a nosotros mismos.
Somos hijos de nuestro tiempo: tus padres lo fueron del suyo e hicieron las cosas como les habían enseñado y mejor supieron. Recuerda que no todos hemos sido educados para saber expresar emociones.
Perdonarás a tus padres cuando te deshagas de algunos pensamientos automáticos que llevas años admitiendo y entiendas que de verdad tus padres hicieron lo que sabían hacer con los recursos que tenían. Tus padres pertenecen a su tiempo, como tú al tuyo y tus hijos al suyo.
Esta reestructuración no elimina el pasado, pero cambia su significado. Piensa en tus padres no sólo cuando te decían aquello que tanto daño te hizo, sino de una forma general. No podemos juzgar toda una vida sólo por un puñado de actos.
En última instancia, perdonar a tus padres es un acto de liberación (como decíamos antes al referirnos a los que no quisieron amarnos): significa recuperar la capacidad de pensar por fuera de los modelos heredados, dejar de reaccionar a viejos guiones mentales y crear nuevas interpretaciones más acordes con la realidad actual. Solo así el perdón deja de ser un favor hacia los otros y se convierte en un paso esencial hacia la madurez emocional y la autonomía psicológica.
3. Perdonar a los que te hicieron daño (en general)
Perdonar no es un acto de debilidad, ya lo hemos dicho más arriba, sino un gesto que demuestra madurez y fortaleza interior. Perdonar no es fácil, pero si lo consigues será algo muy liberador que te ayudará a ser más feliz.
Se trata de reemplazar esos pensamientos negativos (hasta donde nos sea posible) por comprensión y empatía.
No hace mucho vi en televisión las declaraciones de una mujer madura, en Francia, cuyo marido había sido asesinado años atrás por negarse a salir de su coche cuando un ladrón intentaba robárselo. El hombre había sido condenado a más de veinte años de cárcel y quedaría en breve en libertad. La periodista le preguntó si había podido perdonarlo y ella contestó que sí. «Desde luego —respondió con serenidad—, esa persona nunca será mi amiga, pero he llegado a perdonarlo porque supe que era un drogadicto en ese momento, una persona desarraigada, sin familia, sin nadie a quién recurrir…»
Perdonar te hará más libre y eso repercutirá en los que te rodean.
Perdonar no significa reconciliarse con quien nos dañó, ni restablecer una relación, como decía esa mujer. Normalmente, el perdón es un acto íntimo y silencioso que incluso te ayudará a conocerte mejor.
No se trata de justificar el daño ni tampoco de olvidar lo sucedido o reconciliarse. Como dice Robert Enrigt, se trata de elegir conscientemente dejar de ser prisioneros de ese resentimiento que sobre todo hace daño a uno mismo.
4. Perdonar para avanzar: perdonarse uno mismo
El perdón y la culpa son dos conceptos muy relacionados. En latín se puede traducir culpa por el sustantivo debitas, o sea, la deuda. El origen de la palabra culpa está relacionada con la religión y tiene que ver con algo que uno debe desde el punto de vista espiritual. Y, evidentemente, pagar es expiar la culpa. ¿Podrás perdonarte a ti mismo o a ti misma una deuda?
Wayne Dyler, en su famoso libro Tus zonas erróneas, dedica todo un capítulo al tema de la culpa. La describe como una de las emociones más autodestructivas del ser humano impedido la paz y el crecimiento personal. Según Dyler la culpa está originada en el pasado: siempre tiene que ver con algo que hicimos o no hicimos tiempo atrás. Pero el pasado no se puede recuperar, literalmente porque no existe. Mantenerse atrapado por algo que no existe, concluye, no tiene mucho sentido; sólo sirve para que otros nos manipulen y, en último lugar, nos dañemos a nosotros mismos.
La culpa, efectivamente, es una forma de manipulación interna, una manera de castigarse por algo que ya no se puede modificar.
Para perdonarse a uno mismo y avanzar hay que trasformar la culpa en otro concepto mucho más relacionado con la psicología, que es la responsabilidad.
La responsabilidad implica reconocer un error, aprender de él y actuar de manera diferente. La culpa, en cambio, implica quedarse estancado en las emociones negativas, repitiendo pensamientos del tipo «debería haber hecho esto o aquello» sin generar cambios reales.
El acto de perdonarse a uno mismo implica un proceso interno de reestructuración. No se trata simplemente de olvidar o de justificar los errores, sino de modificar tus conductas o tus creencias para que ya no vuelvas a cometer el mismo error. Cometer errores es lo más humano del mundo, pero no aprender de ellos sería lo mismo que no perdonarte.
Ya sabes: en la vida o se gana o se aprende.
5. Conclusiones
El perdón es un paso esencial para avanzar y seguir consiguiendo metas en tu vida. Se trata de liberarte de un pensamiento que no influye en nada ni produce nada más que ruido. Hay que ser practico, y perdonar —ya sea a otros o a uno mismo— es un proceso de liberación de viejos momentos que ya no existen.
El perdón no cambia el pasado, pero sí transforma el significado de las cosas, permitiendo vivir con más serenidad, autenticidad y libertad interior. En última instancia, perdonar es un acto de amor propio y el primer paso hacia una vida emocionalmente plena. Atrévete a perdonar.
Te dejo este magnifico documento sobre lo importante que es el perdón, explicado directamente por el doctor Robert Enrigh (usa el traductor de YouTube si lo entiendes mejor en español). Gracias por leer este artículo hasta el final. Si necesitas aclarar algún concepto o ampliar algún punto, puedes ponerte en contacto conmigo.








