A LO LARGO de la vida se dan situaciones en las que no queda más remedio que arriesgarse y tomar una decisión difícil.
Si has roto con tu pareja y llevas tiempo intentando recuperar esa relación; si os veis de vez en cuando pero la cosa está estancada; si has intentado arreglarlo con el contacto cero pero sin resultados; si has cambiado todo lo que podías cambiar e incluso así no hay una respuesta por parte de tu ex, quizá no quede otra opción que tomar una decisión valiente.
Bueno, también existe la opción de no hacer nada, pero esto puede ser incluso peor.
1. Situación de crisis
Esto de tomar una decisión difícil, incluso arriesgada, para salvar una relación me recuerda el caso de Yolanda y Óscar (nombres ficticios), un matrimonio de unos cuarenta años que vivían cerca de Barcelona, con quienes estuve trabajando hace unos meses.
Al parecer, habían ido poco a poco abandonándose en la relación. Sin darse cuenta se habían ido distanciando y desde hacía muchas semanas se encontraban en casa muy distantes y casi habitando en planetas diferentes. Quizá por jornadas de trabajo larguísimas e inevitables viajes a México (los dos trabajaban para la misma compañía con sede en esa ciudad), habían convertido su matrimonio en una relación de compañeros de piso.
«No sé cómo hemos llegado a esto, ahora somos como dos extraños», dijo Yolanda en una de nuestras consultas.
Ella había intentado hablar varias veces con su marido sobre la situación. Él no se mostraba cerrado a ningún diálogo, pero nunca llegaban a una respuesta clara de porqué habían llegado a ese punto.
Yolanda había propuesto hacer actividades diferentes, cambiar rutinas, hacer más viajes… incluso había intentado algunas novedades en el terreno íntimo; pero él declinaba cualquier salida de la rutina. «Estaba siempre como ausente», decía ella.
La famosa frase del filósofo español José Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mis circunstancias» podría expresarse también como: Yo soy yo y mis decisiones.
Poco después de empezar nuestras consultas Yolanda descubrió que su marido tenía una relación de amistad muy estrecha con una compañera de la oficina. Estaba segura que no habían llegado a acostarse, pero se veían con frecuencia.
Todo esto explicaba la situación que estaban viviendo, esa compañera y Óscar sin duda se gustaban y esto, claro, le generaba una cierta ansiedad porque las cosas podían llegar a más.
Las apariencias pueden engañarte. No sirve sólo los indicios para dar por cierto que tu pareja tiene un amante.
2. Analizar lo que está ocurriendo
En una situación así es fundamental analizar con toda calma y honestidad qué está pasando. Lo ideal es tomar papel y lápiz y dar respuesta por escrito a estas tres preguntas:
→ Definir lo mejor posible la situación actual.
→ Responder a la pregunta por qué hemos llegado hasta aquí.
→ Qué podemos hacer: ideas para cambiar esta situación seguido de sus consecuencias.
Después de ese ejercicio y de varias consultas, Yolanda se dio cuenta de ciertas cosas que no estaba haciendo bien en su matrimonio, sobre todo había bastantes problemas de comunicación y no había sido consciente de algunas demandas de Óscar.
Los largos horarios de oficina, las prisas, esos horribles viajes de varios días, la falta de descanso y otros pequeños detalles propiciaron esta situación entre ellos: ahora, parece que él estaba cada día más cerca de esa chica de la oficina.
De todas formas, Yolanda estaba segura de que su marido seguía queriéndola y que mientras estuvieran casados, no se acostaría con esa chica ni daría un paso adelante por mucho que se gustaran.
3. Tomar una decisión difícil (y arriesgada) para salvar tu relación de pareja
Yolanda llegó pronto a la conclusión de que sólo un golpe de efecto podría salvar su matrimonio.
Ella misma propuso romper la convivencia y mostrarse muy segura de no seguir casados si esa chica estaba de por medio. Lo que suele expresarse como «darse un tiempo».
No era una decisión fácil, por supuesto, porque ese gesto podría dar libertad a Oscar para afianzarse en esa nueva relación. Pero, por otro lado, parecía un gesto definitivo para hacerle recapacitar sobre qué representaba ella en su vida.
Yolanda estuvo varias semanas pensando qué hacer. Le daba miedo todo lo que podría ocurrir después de irse de casa y tenía la sensación de que ella misma estaba tirando por la borda su matrimonio. Además, tendría que alquilar un piso y eso supondría un problema económico.
Pero un día tomó la decisión de hablar con Óscar y decidió lanzarse. «Además —argumentaba ella en la siguiente sesión—, lo que tengo muy claro es que no quiero seguir así.
Esta situación no es la que quiero para mi vida y no puedo esperar más a que las cosas lleguen a un punto en el que no pueda hacer nada». Era una respuesta muy válida.
4. Salto al vacío: escena de la película «Dos hombres y un destino»
El título original de esta película es «Butch Cassidy and the Sundance Kid». Fue dirigida en 1969 por George Roy Hill y protagonizada por Robert Redford y Paul Newman. Seguro que has oído e incluso habrás silbado alguna vez el tema principal de esta película.
El caso es que mientras estaba trabajando con Yolanda pasaron en la televisión esta película y una de las escenas me recordó muchísimo lo que habíamos estado trabajando.
Después vi esa escena varias veces en Internet y me di cuenta que era una buena herramienta de trabajo para mis consultas y, justamente, lo que Yolanda estaba viviendo.
En la película, los protagonistas son dos forajidos que después de mucho huir se encuentran cerca de un acantilado acorralados por todo un ejército. La única solución es saltar por un precipicio y caer a las aguas rápidas de un río, pero uno de ellos dice que no sabe nadar. El otro se echa a reír porque en una situación así poco importa que no sepas nadar: lo importante es salir de ese callejón sin salida.
Por supuesto, para dar ese salto hay que ser valiente.
Aquí te dejo la escena de la película. Espero que te guste. Si tienes alguna duda o comentario sobre este artículo, ya sabes que puedes escribirme a hola@carlosgarciacoach.es