HOY ENLAZO un vídeo de Andrea Vilallonga reflexionando sobre las razones por las cuales muchos de nosotros evitamos mirarnos al espejo con sinceridad y, en definitiva conocernos a nosotros mismos. A través de un recorrido psicológico y social, explora cómo la autoimagen, el juicio externo y la autocrítica condicionan nuestra relación con nosotros mismos. La charla pretende invitar a la aceptación personal y a una mirada más compasiva hacia nuestra apariencia.
| CONTENIDO DE ESTE ARTÍCULO |
| 1. ¿Qué nos impide conocernos con honestidad? |
1. ¿Qué nos impide conocernos con honestidad?
Enfrentarse al espejo no suele ser un gesto neutral: con frecuencia lo hacemos con temor: temor a ver lo que no nos gusta, a reconocer inseguridades o defectos. Muchas veces, nuestra primera reacción consiste en buscar imperfecciones: arrugas, kilos de más, cicatrices, rasgos que no se ajustan a ideales.
Eso provoca un autojuicio duro, que nos impide ver lo que de positivo tenemos. Además, el miedo no viene solo del interior. La sociedad contribuye con un espejo colectivo lleno de estereotipos: belleza, éxito, juventud, perfección.
Conócete a ti mismo. Sócrates (470-399 a. de C.)
Esa presión externa moldea la forma en que nos miramos, inducidos a compararnos con estándares que muchas veces no son realistas. Esa comparación constante nos aleja de una autoimagen honesta. Por último, existe una disonancia entre cómo creemos que los demás nos ven —o podrían vernos— y cómo nos vemos a nosotros mismos al mirarnos. Esa hipótesis (muchas veces negativa) nos incomoda, y preferimos evitar el espejo antes que confrontarla.
2. Consecuencias de evitar conocernos a nosotros mismos
Evitar el espejo puede generar una desconexión profunda con nuestra propia identidad. Cuando evitamos vernos, perdemos una oportunidad de reconocernos con autenticidad: no solo la apariencia física, sino también nuestras expresiones, nuestra postura, nuestra presencia. Eso limita nuestra capacidad de aceptación personal.
Esa desconexión alimenta inseguridades y baja autoestima, porque reforzamos una narrativa negativa interna en vez de observar con objetividad o cariño. Además, nos priva de aceptar nuestra propia imagen como parte del nosotros real —con virtudes, defectos, historia y singularidad.
Entrada del Museo Antropológico de Madrid en cuyo frontispicio puede leerse la máxima latina: Nosce te ipsum (conócete a ti mismo)
A su vez, renunciar a mirarnos significa renunciar al poder que tiene el autoconocimiento. Vernos en el espejo puede ser un acto de confrontación, pero también de encuentro con uno mismo: de reconocer lo bueno y lo imperfecto, de integrar nuestros rasgos y aceptar nuestra individualidad más honesta.
3. Aceptación y autenticidad
Vilallonga propone transformar la relación con el espejo: dejar de verlo como un juez implacable y convertirlo en un aliado —un espacio para vernos con honestidad, sin juicio, desde la aceptación. Enseña que si cambiamos la actitud al mirarnos, podemos empezar a reconocer nuestra valía, más allá de imperfecciones o estándares externos.
Sugiere adoptar una mirada amable, paciente. En lugar de centrarnos en lo que no nos gusta, tratar de observar lo que somos: rasgos propios, expresiones, postura, gestos — elementos que nos hacen únicos. Ese ejercicio no es superficial: refuerza la autoestima y nos ayuda a construir una identidad más auténtica.
Finalmente, invita a asumir que aceptarnos no significa gustarle a todo el mundo, sino estar en paz con nosotros mismos. Esa paz interior repercute en cómo nos relacionamos con los demás y en la confianza con que enfrentamos la vida. Aceptar nuestra imagen como parte de nosotros mismos es, en sus palabras, “un paso fundamental para gestionar la impresión que causamos en los demás”
4. Video
Andrea Villalonga nos explica por qué nos cuesta tanto mirarnos al espejo. No te lo pierdas







